Antes y después de Luciano. Mi homenaje.
Apenas en mi primera década de vida comenzaron a resonar en mis oídos
voces maravillosas como las de Beniamino Gigli, Enrico Caruso, Mario Lanza y
Tito Schipa entre otros; posteriormente escuché a Giuseppe Distéfano, Mario del
Mónaco, al Gran Canario Alfredo Krauss, etc. En plena adolescencia tuve el
placer de oir al Gran Maestro Plácido Domingo quien hasta aquí me embelesó por
su técnica y su gran presencia o tal vez por la época y la tecnología, pero fue
un regocijo espiritual escucharlo, más aún
porque en ese momento de mi vida había comenzado a internalizar y a
saborear las grandes voces líricas.
Transitando la década de los veinte años, la vida coloca en mis oídos
una voz muy singular, una voz preciosa, rica en armónicos y matices, unos
agudos extraordinarios y con una
claridad vocal nunca escuchada por mi y, de una particular presencia, se
trataba del Tenor Lírico más grande de ese momento Luciano Pavarotti y fue así
como pasó a ser mi voz preferida y mi tenor amado.
Durante el año 1981 escuchábamos en los medios especializados que el
siguiente año nos visitaría, con mucha ilusión esperé ese momento, pero en ese
año los argentinos vivimos el peor suceso de nuestra historia, la guerra de
Malvinas y a pesar de sus enormes deseos este hecho le impidió venir a
visitarnos ya que la postura de Inglaterra fue inflexible debido al contrato
que tenía firmado con el Royal Opera House.
No obstante en cuanto finalizaron sus compromisos contractuales en 1987
lo tuvimos en su primer visita en nuestro querido Teatro Colón, donde pudimos
disfrutar La Boheme, de Giacomo Puccini, sinceramente fue el mejor Rodolfo que
había visto hasta el momento y puedo decir que hasta ahora, como también puedo
contar que desde que salió a escena hasta el último de los aplausos del cuarto
acto, tuve la piel erizada todo el tiempo.
Había pasado algo más de la mitad del año 2007 cuando los medios
comenzaron a hablar del mal estado de salud de Luciano, fue así como todos los
que lo admiramos se nos estrujaba el alma y que el dolor de los amantes de la
lírica no tendrían consuelo para lo que devino el 6 de septiembre de ese mismo
año lo que fuera la eternización de un Grande. Así lo sentí y así lo seguiré recordando como
el tenor que supo regocijar mis oídos y mi alma. L.G.